El edificio se ubica en el polígono industrial Prado del Espino de Boadilla del Monte, dentro del área metropolitana de Madrid, un lugar sin identidad y sin referencias; un contexto anodino, difícil para negociar. La necesidad de espacio exterior para aparcamiento de vehículos del servicio determina la posición del edificio en la parcela, organizando una clara y eficaz circulación en anillo alrededor del volumen construido. Este volumen, compacto, rotundo y preciso, se desplaza y se orienta hacia la calle de acceso para recibir a los visitantes. Un programa sencillo, aunque heterogéneo, organiza los distintos usos por bandas programáticas que se adosan unas a otras sin solución de continuidad. Oficinas, vestuarios, talleres y almacenes se suceden en el espacio, agrupados en bandas legibles tanto en planta como en sección, generando una peculiar silueta recortada de sección variable. El entorno descrito y la naturaleza híbrida del programa invitan a proyectar un edificio unitario, integrando su carácter público en un sistema constructivo industrial. Esta variedad funcional se somete a la disciplina del empleo de un único material principalmente, la chapa minionda de acero galvanizado, en clara alusión al contexto, que prescinde de toda referencia a la escala y produce un sugerente juego de brillos y reflejos. Para ello, puertas y ventanas se integran en el cerramiento de manera continua mediante el empleo de la misma chapa minionda microperforada, lo que también contribuye a reducir la incidencia solar. Tan solo la fachada frente al acceso, realizada en policarbonato y vidrio, se abre para relacionarse con el entorno más próximo. La estructura, de pórticos metálicos, se resuelve con una económica y sencilla malla de 5x5m. Todo lo anteriormente descrito redunda en la idea de alcanzar una ajustada y equilibrada economía de medios en la construcción del edificio, incluidos los detalles, que se hacen más visibles por su ausencia.